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La promotora

( Con audio al pié de página)

Una historia muy triste....pero real Para mis amigos cuarentones

Llegar casi a los cuarenta… y encima tener un hijo de 18 años, multiplica la angustia de saber que ya nada volverá a ser, ni estar en lugar donde estaba… no es por competir, eso es mas para las mujeres. Se trata de aceptar o por lo menos intentarlo. Salir del baño solo con una toalla es distinto entre él y yo, a mi hijo le queda el toallón “tiro bajo”, y en mi cuerpo, el mencionado paño, se calza ¡del pupo para arriba!, a él le queda sexy, a mi me hace parecer a Homero Simpson.

Podría enumerar miles de diferencias, desde el pelo hasta la punta de los pies, pero sería agrandar la herida, mi herida, porque él ni se percata de que todo lo mío se cae a pedazos indefectiblemente. Además las arrugas nos hacen más servicial, es que empezamos a ser actor de reparto. Porque los galanes son ellos, los pibes de 18 años. El mundo es de de nuestros “jóvenes hijos” y los actores de reparto, como en las novelas, cumplen papeles de servicio. También en la vida real, el tío bueno, el chofer, el empleado que corta el pasto o el sodero con bigotes, en mi caso mi hijo me toma como el “delivery” que le compra las anticipadas para los boliches, claro, y aprovechando que mi trabajo queda en la zona céntrica, él desde la comodidad de la casa, previo poner pausa a la Play, me llama y me dice: -Viejo vos que está ahí, no me compras la entrada para el boliche. Yo me niego, pero automáticamente la madre toma el teléfono y se mete en la conversación, porque ella siempre cree que tu trabajo es una boludez y que te cagas de risa todo el día con las “idiotas de tus compañeritas” (textual extraído de una pelea de tantas peleas): - Dale che no seas pesado, no vas hacer ir al nene hasta el centro. ¡pum! y te corta, no te deja ni la posibilidad de putear. Siempre lo mismo. Y este sábado no fue la excepción.

Después de la orden, recado, o como quieran llamarlo. Mire mi billetera, vacía como de costumbre, porque ya me la había “ordeñado” mi jermu. Entonces Salí en busca de un cajero automático, masticando bronca, reflexionado para mis adentros, y preguntándome: ¿cuándo fue que mis años pasaron tan rápido?, si para mí fue ayer que tenia Free para los boliches y estaba en la onda, y de repente tengo que salir a comprar entrada para que salga mi Hijo. Retiré la plata del cajero, tiré el ticket del saldo, nunca lo miro porque me pone triste, y caminé de nuevo para el laburo. Pero antes de llegar a la esquina estaban ellas… tres jóvenes, voluptuosas, sangre nueva y carnes firmes de promotoras, con sus ropas ajustadas al cuerpo, es mas parecen que ya nacieron con el catsuit incorporado. No quise mirar, como me pasa con el ticket de saldo del cajero, porque me pone triste. Pero una voz desde adentro me dijo:- Adrián, no todo está perdido, todavía sos joven y sexy… y automáticamente casi por instinto, acomodé mis hombros hacia atrás, escondí como pude la panza, intente transformar las tetas en pectorales y caminé con mi mejor cara de “top model” en busca de las promotoras. Las mismas chicas que sistemáticamente me discriminan cada vez que paso entre ellas, porque le entregan folletos de invitación de los boliches a los transeúntes que están delante mío y cuando me toca a mí parece que no existo, que soy un fantasma. Eso sí, automáticamente, al joven que viene detrás, le entregan una tarjeta con descuento… esta vez no quería pasar por esa tristísima experiencia. Estaba dispuesto a lograr una invitación… y de repente una de ellas a 5 metros de llegar a su encuentro, me mira. -¡upa!, me dije, y caminé con más rapidez. Ella siguió con sus ojos clavados a los míos. Yo no baje la vista (esto lo leí en un libro de lenguaje corporal). Pensaba, esta es mi oportunidad. Dos metros y no solo la mirada de la promotora seguía mi mirada, ahora esta chica le agregaba una cómplice sonrisa. Respondí con una de mis sexy muecas,… y a llegar a su lado, esta mujer “reivindicadora” de mi autoestima, estiró su mano con un folleto de invitación. Lo tomé como a la pasada, como dando a entender que no me importaba, simulando desgano, como “qué bueno lo aceptaba y lo pensaría mejor”. Le guiñé un ojo y seguí mi camino. Me pareció sentir la hinchada de Boca coreando mi nombre. Recorrí unos metros, salí del alcance de su vista para no parecer tan desesperado y entonces sí, abrí el folleto, para leer con gran placer a que boliche me invitaba… y el papel, la “invitación” decía: ¡Aproveche este descuento!, tratamiento capilar y siéntase joven de nuevo!… Un sabor amargo se colgó en mi garganta. Una rabia visceral contra la promotora se apoderó de mí ser y estuve tentado de pegar media vuelta y decirle tantas cosas en la cara. Pero por un segundo reflexioné y me dije:

lo único que falta es que si le digo algo, me entregue un cupón para los problemas de erección Adrián Demichelis

Ilustración: Matías Distefano

Audio: Facundo Pusterla

Grabado en FM DIGITAL 99.1

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