Yendo de la cama al cine
Anoche después de mucho tiempo pude ver dos peliculas consecutivas en mi casa. Es muy común para la mayoria de la gente ver una película tras otra, ayer lo fué para mi. ¿Entonces qué sentido tiene lo que acabo de escribir? Ver dos películas me recordó a la época de crisis de los cines alla por fines de los 80, donde las funciones eran dobles: un estreno acompañado de algún film con unos años encima (y algunas rayas en el celuloide). Asistí con ese formato a las últimas funciones del Gran Rex, una enorme sala ubicada en Nación casi Alvear, donde desde entonces funciona un recinto religioso, cuyos feligreses asisten interpretando quizá en el grandilocuente nombre de la sala una señal divina.
Me preguntaba los motivos de por qué no podía ver no ya dos, si no al menos una película en casa sin dormirme, a pesar del tv de 32 pulgadas (que igual parece chico), los bafles que se oyen maravillosamente y la mullida comodidad de la cama. Anoche vi 4 hs de películas sentado. Como en el cine. Y ahi me asaltó una afirmación que suena retrógrada: las películas se hacen para ver en el cine. Incluso en las salas múltiples, que no tienen el encanto misterioso del Gran Rex, El Aguila o aquel reducto repositor de Savio y Nación (microcine Lumiere) donde en mi infancia vi innumerables afiches de gloriosas películas en cada paso por dicha esquina, empezando a enamorarme de ellas sin siquiera verlas; allí la experiencia es completa.
Por eso a pesar de la calidad de imagen y exhuberante tamaño de los led, mas el fiel sonido de los home theatre, asistir a una proyección en sala es única e irreemplazable, imperecedera me arriesgo a decir. Y es aquí cuando me asalta otra reflexión: Por qué no hay cines en nuestra ciudad?
No podemos ignorar aquella mágica improvisación del cine en el auditorio municipal, que puso culos en las butacas después de muchos años. Creo que al menos fui una vez por semana hasta que el advenimiento de las multisalas dieran un vuelco a la calidad técnica y cantidad de opciones. Y como Rosario está a tiro de cañón nuestros vecinos acudieron a conocer esos nuevos supermercados de películas, comprobando la superioridad de proyección, el sonido multicanal, las altas alfombras y los combos de pochoclo (“palomitas”) con coca cola. Al amigo González ya no le iría tan bien por el pago de los arroyos.
El último intento de un cine comercial fué el malogrado Multiplex 1-2-3, donde apenas funcionaron 2 salas. Allí se intentó emular con cierta actitud de empuje la fisonomía de las salas modernas, solo que no se invertía demasiado en el mantenimiento y a medida que los años transcurrían el lugar perdía el mínimo encanto que supo tener en el mes inaugural. Como un karma sistemático, ahora allí también la gente va en busca del Señor.
La historia siguió, pero ya desde una perspectiva independiente a través de algun ciclo perdido, un par de cineclubes de firme trayectoria pero muy lejos de la masividad a pesar de ofrecer siempre programas sobradamente interesantes. Sumemos la muestra de cine Otros Cines que iniciada hace mas de un lustro dedica un largo fin de semana al año a proyectar cortometrajes y largometrajes independientes de todo el mundo aunque acentuando la programación en el panorama argentino.
Pero la gente no va, solo algunas funciones arrastran un número respetable de público y generalmente tiene que ver con algún film local, lo cual no esta mal, pero sabemos que esto apenas alcanza para mantener la ilusión de unos cuantos apasionados.
No tengo ninguna conclusión, apenas puedo repasar los hechos para que entre todos pensemos el por qué, o a decir verdad, preguntarnos si iríamos al cine si tuviéramos uno en San Nicolás.
Las siguientes películas cuentan acerca de gente apasionada por el cine y filmar historias para juntarse a ver, en una sala aunque también en casa.
Be kind rewind
Matinée
Ed Wood.
Diego Amoedo