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La orfandad de no tener memoria

“Hay, entre todas tus memorias, una

que se ha perdido irreparablemente…”

Limites, Jorge Luis Borges, 1960.

Hace tiempo, mientras ordenaba mis libros y apuntes de historia de la danza francesa, me pregunté acerca de cual era la historia de la danza en San Nicolás. Sin duda había una pero yo, que había comenzado con mis primeras clases de danza en esa ciudad -arte que luego se volvería mi modo de vida- no tenía ninguna idea de lo que allí había sucedido.

No sabía, por ejemplo, quién había sido Elba Tellería a pesar de tener un diploma de danzas Clásicas de esta escuela. No sabía cómo Quique D’Imperio o Rubén Ventrella habían acabado dando clases en San Nicolás. No tenía idea de qué repertorio había bailado Chela De Spírito. En síntesis, tenía un absoluto vacío de conocimiento de la historia de la danza en San Nicolás.

Fue así que comencé a pensar en la importancia de reconstruir ese pasado y así entender aquellas corporalidades lejanas que yo misma había heredado en mis primeras clases de danzas y que habían sentado -de alguna manera- las bases de la arqueología de mi propio cuerpo y mi propia danza, ese archivo tan difícil de pensar y comprender.

En esos mismo días, de casualidad, lo crucé a Quique y luego de una larga charla, le propuse hacerle una entrevista para que me cuente un poco de su historia en la danza y un poco de la historia de la danza en la ciudad, en vista de comenzar a reconstruir ese archivo de danza para San Nicolás.

No paso demasiado tiempo hasta que la entrevista tuvo lugar. Su voz estaba quebrada, pero su memoria intacta. Hablamos casi cuatro horas antes que la fatiga le gane. Me había contado en esas horas parte importante de su historia en relación a la danza. Sus comienzos con Elba Tellería, las primeras obras que él había visto y bailado, sus peripecias para seguir la carrera de bailarín, sus primeros trabajos. Tuvo una palabra para cada uno de sus maestros, con exquisita claridad recordaba cada detalle con el mismo empeño que cuidaba sus obras. Me conmovió como recordaba a cada uno de sus alumnos y el respeto y la admiración que transmitía al nombrarlos.

Cuando dimos por finalizado el encuentro, supe que era comienzo de algo más, pero le dije que hasta el verano siguiente por compromisos laborales no podría ocuparme de trabajar este material. Lamentamos que en ese único encuentro que tuvimos Chela De Spirito estuviese tan enferma y no pudiese estar con nosotros.

Al poco tiempo de este encuentro, Chela murió.

Cuando nos despedimos, era tanta la información que había me había dado, que le dije que debería escribir un libro, hacer una obra o filmar un película. Sin dudas me quedaron muchas preguntas, pero sentí que allí había un material muy valioso sobre esa historia que nos había construido a ambos. Nos despedimos ese mediodía sin sospechar que era la última vez que nos veríamos.

Si bien podríamos decir que la memoria es un hecho colectivo, se necesitan testigos para reconstituirla. La memoria tiene lagunas y selecciona caprichosamente que elige guardar y que no. De este modo Quique recordaba con lujo de detalles fechas y nombres cuando evocaba sus obras, sus alumnos o sus maestros y resultaba sintomático que él no pudiese recordar cuanto tiempo estuvo detenido durante la dictadura.

En algún momento del año pasado retomé ese material y le envié un mensaje a Quique diciéndole que estaba trabajando en la entrevista, que no me había olvidado. El me respondió que había encontrado muchísimo material para agregar al que tenía y que me lo daría cuando vuelva.

En septiembre del año pasado, a poco más de un mes de esa conversación, Quique murió.

En el año 2015, la danza en San Nicolás quedó huérfana de padre y madre. Como cuando mueren los abuelos y hay una parte de la historia familiar que se ha perdido irreparablemente. Nos quedan recuerdos irreductibles pero siempre incompletos, nos queda la herencia de las corporalidades que él ha formado, nos queda su imagen inspiradora, su figura que deviene luz y su voz lejana que aún no se apaga.

¿Pero por qué duele tanto su partida? Sin duda fue un gran hombre y un gran artista que ha dejado en cada de uno de sus alumnos una marca imborrable, duele la pérdida del Gran Padre de la danza de San Nicolás, la pérdida del Maestro que imponía respeto pero devolvía el mismo respeto a cada uno de sus alumnos. Pero además junto con su partida se ha perdido parte de la historia, aquella de la que sólo algunos podían dar cuenta, aquella a la que tan pocos le han puesto el cuerpo. Aquella que se ha perdido irreparablemente, aquella que ya no conoceremos.

Quique y Chela eran el archivo viviente de parte fundamental de la historia de la danza en San Nicolás. Sus ausencias y la falta de archivo para la danza en la ciudad nos revela la orfandad de un presente sin historia.

Vuelvo a la entrevista con Quique y me pregunto ¿Qué sucede con las obras que él creó? Sólo queda un relato oral, ciertas nociones en relación a las corporalidades de esas obras, algunas fotos que revelan la estética, el vestuario y la escenografía, pero que de todos modos, no alcanzan a dar cuenta del movimiento. Entonces, si el movimiento es el aspecto distintivo de la danza que diferencia a este arte de todos los demás hemos perdido, además de su presencia física, su danza y su creación.

Me queda un archivo con su voz temblorosa de más de tres horas. Me queda la promesa y la deuda de hacer algo con eso.

*Gabriela Gobbi Es egresada de la escuela de danza clásicas de San Nicolás, obtuvo una Licenciatura en Composición Coreográfica en Danza de la UNA y una maestría en Investigación en Danza en la Université de Paris 8, Saint-Denis, Francia. Desarrolla su actividad en el campo coreográfico como bailarina, coreógrafa y productora en danza.

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